Del oro al bitcoin.

Normalmente, percibimos el dinero como un bien altamente deseable, todo el mundo lo quiere y lo codicia. Usando como vehículo el dinero, se activan la mayor parte de los intereses individuales que mueve la economía de una región. A la suma de estos intereses personales y colectivos, lo llamamos mercado, y tiene la cualidad de tomar las decisiones de la manera más eficiente.

Pero, aunque parezca increíble, el dinero no siempre es deseable. Esta característica intrínseca que debería tener cualquier forma monetaria, tiende a desaparecer cuando se abusa de su emisión, y de esta forma, muchos hemos visto esas fotos en las que ciudadanos de la República de Weimar usaban billetes como combustible para sus calderas o iban a por pan con el dinero en carretillas.

¿Cómo se puede llegar a esta situación?  Vayamos un poco hacia atrás en el tiempo.

Durante muchos siglos en la historia de la humanidad, el dinero fue mercancía, es decir las monedas representaban en su nominal aquella cantidad que contenían en metales preciosos, normalmente oro o plata.

Este sistema fue tremendamente estable a lo largo de siglos e incluso algún que otro milenio, a pesar de que nunca faltaron estados y gobernantes que tuvieran la tentación de alterar el valor de las monedas, rebajando la pureza de su composición sin modificar el nominal o aumentando este nominal manteniendo la cantidad de metal, es más, esta mala práctica era bastante común, y aun así, el sistema se mostraba estable (sobre todo comparado con el actual), ya que como dijimos al principio, el mercado toma las decisiones de la manera más eficiente y existen leyes “naturales” como la de Gresham, que convierte a las malas monedas en indeseables. Por tanto, los individuos tienden a guardar las de metales nobles y puros y desprenderse de las viles.

Ante la acumulación de monedas por parte de ciertos individuos, surgió la necesidad de guardarlas en algún sitio seguro, y siempre que existe la demanda de un servicio, el mercado provee de una solución, a un coste lógicamente. Aquí es donde aparecen los primeros bancos comerciales, que son muy útiles a la hora de guardar nuestras pesadas monedas de oro y plata, y a cambio emitían unos certificados de depósitos. Se crea el dinero representativo. Es decir, el certificado vale, porque con él puedo conseguir el metal que lo respalda.

 

 

Pronto, estos incipientes banqueros, observaron que la gente veía una notable practicidad en usar los certificados en lugar de las monedas físicas, ya que esta monedas son molestas y riesgosas de transportar, mientras el certificado es tremendamente liviano y finalmente todos confían en él. Por tanto, si lo que se usa y es confiable es mi certificado… puedo simplemente hacer más certificados y por tanto crear dinero sin respaldo.

Pero nuevamente el mercado, insistimos en su eficacia, termina detectando el fraude cuando éste es masivo. Tarde o temprano, los individuos sospechan del dudoso respaldo de estos certificados, sobre todo en pequeñas casas de depósitos o bancos locales. Cuando acuden a hacer efectivos sus vales, descubren que no hay contraparte, es decir no hay oro y plata suficiente.

Ante esta problemática, los propios gobernantes también padecían los inconvenientes, ya que no encontraban quien les prestara. Los estados siempre han sido deficitarios, esto no es nada nuevo.

Por tanto, idearon algo infalible. Si los bancos comerciales entregaban el oro a los estados, con este oro, ellos podían crear un banco central que fuese prestamista de última instancia de los bancos comerciales. De esta manera nacen los bancos centrales y el dinero de emisión centralizado y público.

El banco central entrega certificados de depósitos a los bancos comerciales, y con ellos estos bancos pueden prestar sin temor al pánico bancario, ya que el banco central les respalda. Ahora el monopolio de la creación del dinero solo lo tiene el estado a través del banco central, y éste garantiza la convertibilidad de los billetes por la cantidad en oro o plata que estos representan. El gobernante ya tiene su fuente de financiación perpetua.

En este momento, en algunos países surgen las regulaciones de coeficiente de caja, que obligan a mantener bajo custodia sólo una porción de lo depositado en el banco, acelerándose la creación de dinero.

Como vemos, el oro cada vez está más lejos de sus legítimos dueños, aunque aún lo pueden recuperar. Recordemos que aquí lo valioso y deseable es el oro, no el papel.

 

 

Llega 1971, y tras una época de emisión masiva de dólares, R. Nixon declara que nadie puede convertir sus dólares en oro, como era norma hasta ese momento. A partir de entonces, el valor de los billetes solo se sustenta en la confianza. Las personas confían que el billete que acaban de obtener, posteriormente se lo aceptaran en cualquier otro lugar. Nace el dinero FIAT.

Observen que es en esa época, en los años 70, cuando en los billetes en circulación dejó de aparecer la formula VALE POR o PAGARÁ AL PORTADOR tal cantidad de unidades monetarias. El dinero dejó de ser una representación de valor para convertirse en una entidad.

Has de saber, que siempre que la emisión del dinero depende solo y exclusivamente del capricho de un estado o un gobernante, aquello que tienes guardado se va a devaluar a causa de la inflación provocada por la sobre emisión, que en el mejor de los casos será del 2% anual. Es lo que los rectores monetarios actuales consideran “lo ideal”. Lo ideal es, por tanto, sustraer al año un 2% de toda la riqueza de una nación.

Debido a este fraude contra la población, que hemos explicado de manera “exprés” en este artículo, surgen recientemente movimientos que enarbolan la bandera del dinero infalsificable y por tanto no inflacionario, rescatan ideas que en su día fueron defendidas por ilustres pensadores como Juan de Mariana en s. XVII.

Para ellos, volver a comerciar con oro no tenia sentido, ya que la economía solo podía tomar la senda de la digitalización, por tanto, se necesitaba una nueva herramienta.

En 2009, nace esta herramienta tras encontrar solución a una serie de inconvenientes como el del doble gasto. Como habréis adivinado esta herramienta es el bitcoin, del que hemos hablado en multitud de ocasiones y seguiremos haciéndolo, ya que cumple o puede cumplir extraordinariamente bien las funciones del dinero: medio de pago, unidad de cuenta y deposito de valor. Pero, además, es la única forma monetaria que tiene todas las características que le pedimos al buen dinero. A saber, portable, fungible, divisible, seguro y escaso.

Ni el oro, ni la plata, ni el dinero representativo ni mucho menos el FIAT es tan completo como Bitcoin.

Por ello nuestro CEO, Jesús Sánchez-Bermejo ha dedicado su segundo libro a explicar de una forma amena y didáctica cómo la irrupción en nuestras vidas de esta forma de dinero electrónico y digital esta a punto de convertirse en la palanca que inicie una revolución similar a la industrial del s. XIX.

 

 

‘¡Hola Bitcoin!’, habla de la historia del dinero, de sus usos, de sus curiosidades históricas y por supuesto de sus transformaciones o más exactamente de su evolución. El dinero como hemos visto se transforma, cumpliendo exactamente la premisa con la que comenzamos el artículo. El dinero evoluciona y esquiva manipulaciones, porque el mercado es el más eficiente a la hora de tomar decisiones.

Efrén Arroyo

Economista, Periodista y Director de Criptoro Digital Blog.